Oriundo del estado Falcón, Gustavo Colina es precursor de la música venezolana, esa que con sus raíces pasea por toda Latinoamérica, dejando una importante huella mediante su melódico sonido y contenido humano. “La música siempre estuvo presente en la familia, durante las reuniones, la convocatoria era para tocar, para expresar a través de los instrumentos”, dijo.
A pesar de la influencia de su familia en la inclinación por la música, Gustavo profesionalizó lo que por sus venas transitaba. “Estudié el cuatro con varios profesores, en sitios donde uno se fue cultivando, en el Ateneo de Punto Fijo, a través del contacto con este maravilloso instrumento, el cuatro, su olor me convocaba a tocarlo”.
“El cuatro estaba en la pared, en los muebles, estaba en todas partes. También siento atracción por el chelo, el violín, el piano, pero el cuatro me convoca a relacionarme con lo nuestro, y precisamente yo me identifico con eso. Durante mi pasantía por la Universidad Católica Cecilio Acosta toqué también el piano, aunque acompañado siempre de mi amado instrumento, el cuatro”, agregó Colina.
Gustavo Colina, junto a su hermano Israel, forman un dúo que ha traspasado las fronteras venezolanas. En 2007, realizaron una gira por el Medio Oriente, en países como Siria, Líbano, Jordania, Kwait y Qatar, luego estuvieron en Brasil y Chile, naciones a los que llevaron toda su música mientras cautivaron a varios amantes de su trabajo.
“Tuve la dicha de contactar a Carlos Barboza Lima, un gran guitarrista brasileño, al uruguayo Eduardo Fernández, es gente a quien yo admiro y con el tiempo me he dado cuenta de lo importantes que son para la historia de la música a nivel mundial. Acabo de editar un disco con Lucas Saboya, un gran tiplista colombiano, trabajo que se va a estrenar los primeros días de septiembre en Bogotá.”, continuó el gran cuatrista Gustavo Colina.
“A Maracaibo me trajo la cercanía, mis papás siempre quisieron que viniera a estudiar en la Universidad Católica Cecilio Acosta. Hay mucha relación cultural entre Falcón y Zulia. La otra posibilidad era Caracas, pero me di cuenta que no es igual, no representaba mi espíritu”, comentó Colina en relación al traslado de joven desde su natal Punto Fijo a la Tierra del Sol Amada.
De la Maracaibo cultural de hace 15 años a la de hoy, Gustavo consigue grandes diferencias, gracias al acceso a la misma a través de los distintos eventos donde se manifiestan las expresiones artísticas, musicales. “Ahorita la calle es la plaza, la gente es convocada a los eventos, hay librerías donde se exponen la palabra y la pintura. Hay que cultivarse, tener una disciplina en todo lo que se hace”, expresó.
Gustavo Colina ha logrado alcanzar una posición dentro del mundo musical, gracias a la dedicación y sapiencia expresada a través del cuatro. “Cambiaría lo que he podido alcanzar por tener una mejor ciudad, con mejores ciudadanos, donde haya respeto y consideración por el otro, que sea la cultura y la música los que impulsen ese cambio”, finalizó Colina.
En 1996, Gustavo Colina edita su primer disco, “Del flamenco al joropo”, con el cual logró gran aceptación en Venezuela, Estados Unidos, Cuba y España, donde despertó el interés por la música venezolana y las posibilidades expresivas del cuatro. Ese mismo año, la compañía estadounidense Boston Ballet, escogió este trabajo para un montaje coreográfico, por lo que Colina recibió la Orden José Félix Ribas en su Primera Clase al año siguiente.
El cuatro, instrumento común de los pueblos latinoamericanos, tiene un digno representante, pues las prodigiosas manos de Gustavo Colina sacan provecho de él para componer melodías que transmiten todo lo que las raíces venezolanas llevan consigo.
Por Yair Ruiz
Fotos: Franco Mendoza